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Wednesday, May 11, 2011

Las promesas del “único Dios verdadero”


JEHOVÁ DIOS puso a la primera pareja humana en un paraíso en la Tierra: el jardín de Edén. Les dio el mandato de tener hijos y ‘sojuzgar la Tierra’, lo cual implicaría ir extendiendo su hogar paradisíaco a medida que su familia fuera aumentando (Génesis 1:26-28; 2:15). ¿Se cumplirá alguna vez el propósito divino de que los seres humanos disfruten de un paraíso terrestre?
 

Por supuesto que sí. Según las profecías bíblicas, Jehová “realmente se tragará a la muerte para siempre” y “ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro”. Cuando esto ocurra, “uno ciertamente dirá: ‘¡Miren! Este es nuestro Dios. Hemos esperado en él, y él nos salvará. Este es Jehová. Hemos esperado en él. Estemos gozosos y regocijémonos en la salvación por él’” (Isaías 25:8, 9).
 

El último libro de la Biblia describe las condiciones que habrá en la Tierra después de que se elimine este mundo, o sistema de cosas, dominado por Satanás. Con respecto a la “nueva tierra” compuesta de seres humanos que aman a Dios, la Biblia dice: “La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación 21:1-4).
 

¡Qué promesas tan maravillosas! ¿Se pueden creer? Reflexionemos en cómo la muerte expiatoria de Jesús y los milagros que él hizo suministran la base para confiar en que Dios cumplirá todo lo que promete (2 Corintios 1:20).
 

La vida de Jesús como rescate
 

Cuando Satanás indujo a Adán a desobedecer a Dios y pecar, todos los descendientes de Adán heredaron su pecado. “Así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, [...] así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”, indican las Escrituras. Sin embargo, ese pasaje bíblico sigue diciendo: “Mediante la obediencia de la sola persona [el hombre perfecto Jesús] muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:12, 19). Como se señaló en el primer artículo de esta serie, Jesús es “el último Adán” —el que “procede del cielo”—, aquel que ofreció su vida como “rescate en cambio por muchos” (1 Corintios 15:45, 47; Mateo 20:28).
 

De modo que todos los que ejercen fe en Jesús pueden recibir “la liberación [del pecado] por rescate” y tener vida eterna (Efesios 1:7; Juan 3:36). Podemos estar muy contentos de que Jehová Dios amara tanto al mundo de la humanidad que diera a su Hijo como Salvador nuestro (Lucas 2:10-12; Juan 3:16). Examinar lo que hizo Jesús en el siglo I por la gente que sufría nos permite tener una idea de lo que nos aguarda en el futuro. Y lo que hizo fue verdaderamente asombroso.
 

Anticipos de un nuevo mundo
 

Jesús curaba a todo enfermo que le traían. No había nadie al que no pudiera devolver la salud, sin importar su padecimiento o afección. Además, alimentó milagrosamente a miles de personas con solo unos cuantos pescados y panes, cosa que hizo en más de una ocasión (Mateo 14:14-22; 15:30-38).
 

Cuando Jesús devolvió la vista a un ciego de nacimiento, los vecinos y conocidos reconocieron que había hecho un milagro, pero los líderes religiosos judíos se mostraron escépticos. De modo que el hombre que había sido objeto del milagro les expuso este razonamiento: “Desde la antigüedad jamás se ha oído que alguien abriera los ojos a uno que hubiera nacido ciego. Si este hombre no fuera de Dios, no podría hacer nada” (Juan 9:32, 33).
 

Durante el ministerio de Jesús, su primo Juan el Bautista, que estaba encarcelado, envió mensajeros para corroborar lo que había oído acerca de Jesús. La Biblia comenta que “en aquella hora [Jesús] curó a muchos de enfermedades y de penosas dolencias y de espíritus inicuos, y concedió a muchos ciegos el favor de ver”. Luego dijo a los mensajeros: “Informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados” (Lucas 7:18-22).
 

Pensemos en ello: si algo tan bueno ya tuvo lugar en el pasado, ¿no nos permite eso confiar en que puede ocurrir nuevamente? Mediante sus milagros, Jesús demostró en pequeña escala lo que realizará a un grado mayor como Rey del Reino de Dios. Sus milagros son prueba de que el Todopoderoso lo envió y de que fue en realidad el Hijo de Dios.
 

Durante el dominio del Reino de Dios se cumplirán literalmente profecías sobre sucesos maravillosos. Tal como se ha predicho, los ojos de los ciegos serán abiertos, los oídos de los sordos serán destapados, los cojos saltarán como ciervos y nadie estará enfermo. Además, habrá paz y seguridad por toda la Tierra. Hasta los animales que ahora son peligrosos vivirán en paz con el hombre (Isaías 9:6, 7; 11:6-9; 33:24; 35:5, 6; 65:17-25).
 

¿Le gustaría vivir para siempre en tales condiciones bajo el Reino de Dios? Jesús mostró lo que debemos hacer cuando dijo en oración a su Padre: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). No permita que nada le impida seguir adquiriendo dicho conocimiento dador de vida.

Esto es lo que Dios promete para la Tierra

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