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Sunday, May 29, 2011

La fe produce obras excelentes


 

 Además de hacernos personas amorosas y misericordiosas, la fe produce otras obras excelentes. (Santiago 2:14-26.) Está claro que la fe de labios, la que no produce obras, no va a salvarnos. Es cierto que no podemos ganarnos la condición de justos ante Dios mediante las obras de la Ley. (Romanos 4:2-5.) 

Santiago habla de obras que no son fruto de un código legal, sino de la fe y el amor. Si nos motivan esas cualidades, no expresaremos a nuestros compañeros de creencia solo buenos deseos, sino que ayudaremos en sentido material al que se halle desnudo o hambriento.

Santiago pregunta: ‘Si le dices a un hermano necesitado: “Ve en paz, manténte caliente y bien alimentado”, pero no le das las cosas necesarias, ¿de qué provecho es?’. De ninguno. (Job 31:16-22.) Esa es una “fe” muerta.
 

 Es posible que tengamos cierta relación con el pueblo de Dios, pero solo las obras sinceras pueden respaldar nuestra afirmación de que tenemos fe. Está bien que hayamos rechazado la doctrina de la Trinidad y creamos que hay un solo Dios verdadero. Sin embargo, la mera creencia no es fe. 

“Los demonios creen”, pero “se estremecen” de miedo por la destrucción que les aguarda. Si verdaderamente tenemos fe, esta nos motivará a producir obras como predicar las buenas nuevas y proveer alimento y ropa a los compañeros de creencia necesitados. Santiago pregunta: “¿Quieres saber, oh hombre vano [sin conocimiento exacto de Dios], que la fe aparte de las obras es inactiva?”. Sí, la fe exige acción.
 

 La fe del patriarca piadoso Abrahán lo motivó a actuar. Como “padre de todos los que tienen fe”, “fue declarado justo por obras [...] después que hubo ofrecido a Isaac sobre el altar”. (Romanos 4:11, 12; Génesis 22:1-14.)

¿Qué habría sucedido si Abrahán no hubiera tenido fe en que Dios podía resucitar a Isaac y cumplir Su promesa de producir una descendencia por medio de él? En ese caso no hubiera siquiera intentado sacrificar a su hijo. (Hebreos 11:19.) 

Fue debido a las obras obedientes de Abrahán que “su fe fue perfeccionada”, es decir, hecha completa. Por lo tanto, “se cumplió la escritura [Génesis 15:6] que dice: ‘Abrahán puso fe en Jehová, y le fue contado por justicia’”. Las obras de Abrahán al intentar ofrecer a Isaac confirmaron la justicia que Dios le imputó con anterioridad. Mostró su amor a Dios por obras de fe y se le llamó “amigo de Jehová”.
 

 Abrahán demostró que “el hombre ha de ser declarado justo por obras, y no por fe solamente”. Esto fue también cierto en el caso de Rahab, una ramera de la ciudad de Jericó. “Fue declarada justa por obras, después que hubo recibido hospitalariamente a los mensajeros [israelitas] y los hubo enviado por otro camino” para que escaparan de los enemigos cananeos. Antes de conocer a los espías de Israel, había reconocido a Jehová como el Dios verdadero, y tanto sus palabras subsiguientes como el abandono de la prostitución demostraron su fe. (Josué 2:9-11; Hebreos 11:31.)

Después de este segundo ejemplo de fe demostrada por obras, Santiago dice: “En verdad, como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Cuando una persona está muerta, no tiene “espíritu” o fuerza activa en ella, y no puede lograr nada. La fe de labios es tan inánime e inútil como un cuerpo muerto. Ahora bien, si tenemos verdadera fe, esta nos motivará a actuar con devoción.

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